¿Qué les pasa a las rubias?

Dos personajes tan anónimos como populares están dando guerra en las redes sociales, escudadas tras una cabellera dorada que tan pronto las iguala como las enfrenta.

A día de hoy, en efecto, parece que las rubias sólo tenemos dos posturas posibles ante la vida.

 

Nací rubia, crecí castaña claro, me hice baños de color rojo, rosa, marrón chocolate, negro azabache, naranja y rosa otra vez para terminar esclava de las mechas rubias cada 3 meses. Porque el rubio, amigos, engancha. Y además de tener el pelo más castigado que el de un pony de feria, he aprendido que el color de nuestra cabellera envía mensajes muy distintos a nuestro entorno y condiciona la manera en que los demás se relacionan con nosotras. Hasta aquí nada nuevo, pero soy rubia, no esperes mucho más de mí.

No obstante, hay algo que ha despertado mi curiosidad últimamente. Dos personajes tan anónimos como populares están dando guerra en las redes sociales, escudadas tras una cabellera dorada que tan pronto las iguala como las enfrenta.

Hablo de @barbijaputa y @lavecinarubia. Empecé siguiendo a la primera porque me llamó la atención su enfoque distinto de las cosas, hasta que me asustó ser mujer y comencé a cuestionar sus ideas. Hace poco descubrí a la segunda y la seguí porque me encantó su ingenio y su sentido del humor, hasta que me asustó ser rubia y comencé a cuestionarme a mí misma. Un conflicto interior que, por lo visto, también ha tenido su representación exterior a través de mini batallitas más o menos agudas entre ambas rubias en Twitter.

 

Lo interesante de todo esto es que, a día de hoy, en efecto, parece que las rubias sólo tenemos dos posturas posibles ante la vida: o nos ponemos a la defensiva, sospechando que todo cuanto nos rodea nos toma por tontas y quiere abusar de nosotras o aceptamos alegremente el prejuicio que acompaña a nuestro color de pelo y disfrutamos del placer de aparentar no tener cerebro. Obviamente, si he de elegir, me quedo con la opción divertida (adivina cuál es), pero lo cierto es que ninguna de las dos termina de convencerme. Porque lo que me pasa, en realidad, es que soy las dos. O quiero pensar que soy las dos.

No quiero tener que elegir entre ser fuerte o divertida. Entre ser respetada o ser natural. No me apetece elegir un equipo cuando soy hincha feroz de los dos (o cheerleader, mejor). Porque hoy me levanto guerrera y mañana me acuesto con un pijama rosa de Hello Kitty. Hoy me cago en la brecha salarial y mañana dejo que pague él la cena romántica.

Barbie, Vecina, no os peleéis. Yo os amo a las dos igual que amo todas mis contradicciones, porque de ellas emana todo lo que soy a día de hoy y os agradezco que le hayáis puesto nombre, imagen o meme a tantas situaciones y sensaciones muy mías, muy nuestras. Sois necesarias. Las dos. Porque si algo he aprendido después de tantos tintes de pelo es que en la vida nada es blanco o negro, y que es precisamente en los matices donde se condensa la magia de ser mujer.

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